Los padres constituyen el mayor recurso aún por explotar en la vida de los niños. Sabemos que son naturales, renovables y enormemente no tóxicos, lo que sugiere que es imposible que puedan ser más saludables para los niños de este país.
Es difícil encontrar a algún experto, llámese Psicólogo, Pedagogo, Pediatra, Defensor del Menor, etc. que recomiende la exclusión del padre en la educación y la crianza de los menores... Freud, Carl Rogers, Abraham Maslow, Lacan, Piaget, André Rochais, o en España el psiquiatra Rojas Marcos, o el Filósofo y Pedagogo José Antonio Marina (éste manifiesta en su libro Aprender a vivir, Editorial Ariel, que para educar a un niño hace falta toda una tribu) Bernabé Tierno, todos recomiendan la presencia de la figura paterna en la vida de los niños y adolescentes para que éstos alcancen el suficiente equilibrio emocional cuando lleguen a la adultez.
Nada de lo que hacen los papás pasa desapercibido para sus hijos, sobre todo durante la infancia, etapa que determinará en buena medida, el desarrollo posterior de los niños como jóvenes y como adultos. "El rol de un padre es tan importante en la vida del niño, como el de la madre". El padre complementa de forma especial los factores afectivos, de identificación y protección aportados por la madre en la infancia. Un buen padre es tan necesario como una buena madre, motivo por el cual es necesario favorecer una participación más activa de los padres en la formación de los niños.
Son legión los sociólogos y trabajadores sociales que han ido constatando que existe relación (aunque no sea la causa exclusiva) entre la falta de padre y problemas como los fracasos escolares, la delincuencia juvenil, el consumo de drogas, los trastornos de la alimentación (bulimia y anorexia) los embarazos precoces y el que los menores se acaben fugando de casa.
Si continúa la tendencia actual, a no mucho tardar más de la mitad de los niños que han nacido últimamente en España, vivirán sin uno de sus padres biológicos, generalmente el padre, antes de que lleguen a ser adultos. Muchos estudios concluyen que los niños que poseen un padre motivado y participativo, en comparación a hijos cuyo padre es menos activo, tienden a ser personas más competentes en el aspecto cognoscitivo y social, menos inclinados a estereotipar por diferencias de sexo, más demostrativos de su empatía, y poseen mayor capacidad de adaptación desde el punto de vista psicológico. Los padres varones deberían ser mucho más que "adultos secundarios o periféricos". Los que participan en la vida de sus hijos, brindan beneficios a sus hijos que seguramente nadie más puede ofrecer. Dan protección y apoyo económico y representan un ejemplo-referente positivo como hombre. Tienen un estilo para criar a sus hijos que es bastante distinto al de la madre y esa diferencia es importante para un desarrollo saludable. La paternidad es tan crucial para el desarrollo saludable del niño como lo es la maternidad. La influencia del amor del padre en el desarrollo de sus hijos es tan profunda como la del amor de la madre y, en ocasiones, hasta más, un padre no cría ni educa como una madre.
- El padre cría a sus hijos de una manera distinta. Los padres poseen estilos inconfundibles para comunicarse e interactuar con ellos. Cuando los recién nacidos alcanzan las ocho semanas de vida, ya conocen la diferencia entre las interacciones que tienen con su madre y con su padre. Esta diversidad, en sí misma, les ofrece una experiencia rica y más amplia de interacciones de parentesco, indudablemente mucho más que los niños que se crían solamente con la madre o solamente con el padre. Consciente o inconscientemente los niños están aprendiendo desde su más tierna infancia, a través de la experiencia, que los hombres y las mujeres son diferentes y que tienen maneras distintas de sobrellevar la vida, relacionarse con otros adultos y con los niños.
- El padre juega de otra forma. Si bien aparentemente las madres y los padres se desenvuelven de forma muy semejante físicamente con sus hijos, por lo general el padre usa distintas formas. Los padres tienden a jugar con sus hijos y las madres tienden a cuidarlos. Él es más brusco y ella, más suave. El padre incentiva la independencia, y la madre, la seguridad. Los padres ayudan a las niñas y a los varones a interiorizar un equilibrio saludable entre la timidez y la agresión. Los menores necesitan la suavidad-ternura de su madre, al igual que los juegos bruscos de su padre.
- El padre crea confianza. ¿Quiénes son los que a menudo motivan a los niños a columpiarse o trepar un poco más alto, andar en bicicleta un poco más rápido o lanzar la pelota con un poco más de fuerza? ¿Quién motiva a los niños a ser cuidadosos? La madre tiende a advertir-proteger a los pequeños, mientras que suele ser el padre quien alienta a los niños a sobrepasar los límites.
- El padre se comunica de manera distinta. Cuando las madres y los padres les hablan a sus hijos, ambos lo hacen de distinta manera. La madre por lo general simplifica sus palabras y habla a nivel del niño. El padre, sin embargo, no demuestra tanta inclinación por modificar su lenguaje con el niño. El estilo del padre desafía al niño a ampliar su vocabulario y sus habilidades lingüísticasun elemento fundamental para el éxito académico. La conversación del padre tiende a ser más breve, de mando... También usa más frecuentemente expresiones faciales y lenguaje corporal sutil. La madre tiende a ser más descriptiva, personal en su expresión oral. Los pequeños que no aprenden a entender y usar ambos estilos de conversación, se encontrarán en desventaja, puesto que estarán obligados a experimentar ambos estilos a medida que entren al mundo de los adultos.
- El padre maneja la disciplina de otra forma. El padre tiende a observar y hacer cumplir las reglas de manera sistemática y con firmeza, lo cual les enseña a los niños su objetividad y las consecuencias de lo que está bien y lo que está mal. La madre, en cambio, tiende a expresar más comprensión y compasión respecto de la desobediencia. Ninguno de estos estilos es bueno por sí solo, pero en conjunto, crean un equilibrio saludable y adecuado.
- El padre prepara a los niños para el mundo real. En términos generales, el padre tiende a ver a su hijo con respecto al resto del mundo, en cambio la madre tiende a ver al resto del mundo con respecto a su hijo. Es mucho más probable que sea el padre quien les diga a sus hijos que si no se comportan amablemente con otros, otros niños no van a querer jugar con ellos. O bien, que si no tienen buen rendimiento en la escuela, no llegarán a la universidad o no podrán conseguir un buen empleo. En términos generales, el padre ayuda a los pequeños a prepararse para la realidad y el rigor del mundo real, mientras que la madre procura protegerlos. Indudablemente ambas cosas son necesarias en el transcurso de la vida de los niños.
- El padre ofrece al hijo una visión de lo que es el mundo masculino (aunque parezca de perogrullo). Los hombres y las mujeres son distintos; comen de manera distinta, se visten de manera distinta; huelen distinto. Sobrellevan la vida de distinta forma. Desde el punto de vista estereotípico los padres hacen "cosas de hombre" y las madres, "cosas de mujeres". Las niñas y los niños que crecen con la figura de su padre se sienten más familiarizados y seguros con el mundo de los hombres. Las niñas que tienen padres que participan en su vida tienen más probabilidades de cultivar relaciones más saludables y de mayor confianza con jóvenes en la adolescencia y, posteriormente, con hombres en la edad adulta. Las niñas que se crían con un padre que participa en su vida también se sienten más familiarizadas desde un punto de vista saludable, con el mundo de los hombres. No se preguntan qué sensación da la barba de un hombre o cómo es sentirse abrazada por brazos fuertes. Este conocimiento genera estabilidad y seguridad emocional. Los niños que se crían con su padre son menos susceptibles a ser violentos. Han podido confirmar su masculinidad y aprender de sus padres, cómo canalizar positivamente esa masculinidad y fuerza. El padre puede ayudar a su hijo a entender más cabalmente lo que es la sexualidad masculina apropiada, la higiene y qué conducta es adecuada a su edad. A veces puede resultar difícil para la madre poder enseñar estas cosas a sus hijos varones.
- El padre puede enseñar respeto por el sexo opuesto. En The American Journal of Sociology se señala que "Las sociedades con patrones de socialización infantil en las que está presente la figura del padre, ayuda a educar a hombres que, cuando adultos se sienten menos inclinados a excluir a las mujeres de las actividades públicas, comparado con otros varones que viven en sociedades en las cuales el padre está ausente".
-El padre pone en contacto a los hijos e hijas con el mercado laboral. Un momento crucial de la vida de cualquier persona, es la transición de la dependencia a la independencia económica. El padre puede ayudar a que sus hijos entren en contacto con el mercado laboral a medida que avanzan hacia la edad adulta. Es frecuente que el padre tenga contactos de diversa índole en la comunidad que pueden servir para ayudar a los jóvenes a obtener su primer empleo. Cuando el padre no está presente en la cotidianidad del hijo/hija, seguramente el menor acabe teniendo menos vínculos, así como la motivación necesarios para conseguir un empleo de verano (por poner un ejemplo).
- En general, los niños y niñas que han gozado de experiencias positivas con su padre cuando crecen, tienen menos probabilidades de involucrarse sexualmente a una edad temprana, tener hijos fuera del matrimonio, o involucrarse en conductas delictivas o violentas. Es más probable que estos niños a la larga se mantengan en la escuela, tengan buen rendimiento escolar y continúen sus estudios en la universidad o de otro tipo.
- La participación del padre en la vida de sus hijos genera indudables beneficios. El hecho de que contemos con este recurso y no hagamos uso de él, debiera como poco producir inquietud en quienes tienen capacidad de decisión para que los menores se beneficien de ello. Los niños que gozan de la presencia de un padre implicado durante los primeros años de vida, ingresan en la escuela demostrando un mayor número de cualidades necesarias para el aprendizaje. También demuestran más paciencia, poseen mayor curiosidad intelectual y afán de aprender y se manifiestan más seguros de sí mismos; pueden permanecer sentados con más facilidad, esperar a su maestra/o con paciencia y mantener interés por su propio trabajo.
-Saber elegir con sabiduría en la vida: Estudios realizados en la Universidad de Pensilvania (EEUU) concluyen que los niños que sienten apego y cariño por su padre tienen dos veces más probabilidad de ingresar en la Universidad , son un 75 por ciento menos proclives a tener un bebé durante su adolescencia, un 80 por ciento menos susceptibles de ser encarcelados, y menos probabilidad de padecer depresión. La probabilidad de que un joven se involucre en actividades delictivas es doble si se ha criado sin su padre.
Como se indicaba al comienzo del texto, todas las corrientes actuales de la Psicopedagogía , y particularmente las autodenominadas humanistas, afirman con total rotundidad que entre las principales necesidades de los niños (por supuesto también de las niñas) están la de sentirse amados, sentirse aceptados (tal cual son, con sus riquezas y sus limitaciones) no sentirse una carga o algo parecido, sentirse aprobados en sus aspiraciones, en sus actos; sentirse reconocidos, sentirse en un entorno de seguridad tanto material como afectiva, etc. pero si de algo tienen, también, especial necesidad y derecho es de poseer una madre y un padre suficientemente adultos, competentes y responsables que los acompañen hasta la adultez. Sin embargo, los medios de comunicación, las instituciones de protección de la infancia y de los adolescentes y las leyes de nuestro país, privilegian la relación con la madre en detrimento de una adecuada relación con el padre. Parece como que la idea preponderante es la de que la madre y el Estado son los únicos capacitados para ocuparse de ellos.
Sin duda esta conspiración, premeditada, cruel, innecesaria y no precisamente casual, lo que viene es a reafirmar un machismo mal entendido, que aleja aún más a los padres de su responsabilidad en el cuido y acompañamiento de sus hijos mientras estos crecen.
Resulta difícil de entender a estas alturas, que haya aún gente en nuestro país que siga considerando positivo para alguien el obligar a los padres a dejar de serlo, simplemente porque se divorcien de sus cónyuges. Resulta llamativo que se proclame la conveniencia de un mayor compromiso de los padres en la crianza y en la educación de los hijos durante el matrimonio y cuando se rompe el contrato matrimonial se atribuya de forma sistemática la guarda y custodia monoparental a las madres (y de hecho también el ejercicio exclusivo de la patria potestad, aunque más acertado sería decir autoridad parental) expulsando a los padres de la vida de sus hijos y condenándolos a una orfandad incomprensible, además de otras consecuencias especialmente graves.