Cada vez más parejas separadas comparten el cuidado de sus hijos
Articulo publicado en “CLARA”
23.01.2007

Sus dos hijas, Helena y Clara, también dan su opinión

“MADRE Y MUJER EJEMPLAR”

María Sanahuja , 43 años Helena, 10 años y Clara, 8 años

"Tener y criar un hijo es de las de­cisiones más importantes de la vi­da. Es mejor que haya dos perso­nas implicadas que, además, tra­bajen fuera de casa y aponen al recién nacido una visión amplia del mundo".

Es la opinión de María Sanahuja que, cuando tuvo a sus dos niñas con Jordi Agustí, quería que ambos compartieran por igual su cuidado y pudieran seguir trabajando.

"Venimos de una tradición en la que formalmente teníamos dos progenitores (no existia el divorcio).

Ahora bien, a nuestro padre sólo lo veíamos el domingo, porque trabajaba el resto de la semana. Era un modelo familiar monoparental que no creo que sea el mejor". "Cuando decidimos separarnos, él dijo que pensaba pedir la guarda y custodia de nuestras hijas, como yo.

Entonces fue cuando decidimos que no teníamos que pelear para ver quién se quedaba con las niñas, sino estudiar cómo compartirlas". María y Jordi pidieron la custodia compartida, posibilidad legal que existía desde hace tiempo aunque no explícitamente hasta que ha aparecido en el nuevo proyecto de Ley de Divorcio.

Derecho de los hijos

Ambos creen que los padres son los que se separan y que ""los hijos no tienen por qué separarse de ninguno de los dos".

Sin embargo. María reconoce que "hay que hacer un esfuerzo porque todos los procesos de separación son conflictivos y cuesta ponerse de acuerdo. Nosotros tardamos años".

Ese gran esfuerzo, "beneficioso para los hijos, ha valido la pena. No comparto la idea de que es bueno para los niños que estén sólo con uno de los progenitores y el otro influya poco. Así es como funciona con la custodia en exclusiva: uno lo decide todo y el otro se limita a pagar una pensión. Hay muchos padres a los que les va bien despreocuparse de sus hijos pero cada vez hay más que son responsables y que, tras una separación, quieren seguir siéndolo. Hombres con tiempo y, sobre todo, ganas de cuidar a sus niños".

Jueza decana de Barcelona, con más de diez años de experiencia a sus espaldas en procesos de separación y divorcio quiere oíros. María sabe bien de lo que habla. Ella critica que se conceda la custodia a las mujeres de manera generalizada, convirtiendo a los padres en "visitantes" de sus hijos. Las dos hijas de María, Helena y Clara, de 10 y 8 años respectivamente, parecen encantadas con la decisión de sus progenitores. Así puedo estar con los dos", dice la pequeña Clara, que ha podido comparar su situación con la de otros niños del colegio. "

"Tengo amigas que sólo ven a su padre los fines de semana. A mí no me gustaría. Es verdad que mi mamá sabe hacer coletas y combina mejor los vestidos pero él sabe hacer otras cosas: cocina mejor y sabe mucho de libros. Además, si nos hacemos daño o nos duele algo, siempre llamamos a papá", continúa Clara.

Las niñas viven su realidad con naturalidad. ""No hablarnos mucho de ese tema con nuestros compañeros de clase -dice Helena-, no le damos tanta importancia".

El día a día

A la hora de la verdad, cómo se organiza esa custodia compartida? ""Existen muchas posibilidades. El trabajo de cada progenitor condiciona mucho. Nosotros te­nemos la misma profesión y nos lo podemos combinar bien. Nos lo reparamos de la siguiente ma­nera: un año -coincidiendo con el curso escolar, del 1 de julio al 30 de junio-, viven en mí casa y el otro en la suya. Aparte, van a dor­mir un día a la semana a casa de! otro y alternamos los fines de se­mana. Con esta fórmula, tenemos el tiempo muy repartido, las ñiñas tienen durante un año su ropa y sus juguetes en la casa que les to­ca y, al estar ambas viviendas a tres calles de distancia, pueden ir a buscar algo si se lo han dejado. El colegio también está cerca". Ma­ría insiste en las ventajas de la proximidad geográfica. "Permite tener una relación mucho más fluida y evita problemas". Helena se muestra contenta con esta organización. "Tengo unos amigos que ven un día a su padre y el otro a su madre. Prefiero lo que hacemos nosotros porque es más cómodo. Sólo preparamos la maleta para el fin de semana, igual que si tuviéramos una casa fuera".

Ganar un padre

*"En teoría, la maternidad debería ser algo compartido entre padre y madre. La realidad es diferente. Yo le recriminé a mi ex que se implicara menos que yo en la educación de las niñas mientras estuvimos juntos. Él lo niega, dice que es sólo mí visión. Ahora, lo importante es que, una vez separados, se ha implicado totalmente. No creo que quisiera dar marcha atrás. Ni sus hijas se !o perdonarían". Helena corrobora lo que dice su madre. "Si mi padre me dijera que no puede vernos tanto, intentaría convencerle de que es un buen sistema".

"Muchas veces -continúa María- lo que el padre no ha hecho antes de la separación empieza a hacerlo después. Es una buena oportunidad para que el hijo "recupere" a su padre. Mis hijas, sin duda, han ganado uno. Ahora mi ex hace muchas más cosas con ellas, organiza fines de semana fantásticos.

Hay que tener paciencia para sonreír ante el hecho de que. ahora sí y antes no, por ej:, ¡lo hace todo! No tienes que pensar "oh, qué ra­bia", sino "oh, qué bien". Las que salen ganando son las niñas".

Educar a dos bandas

Con la custodia compartida, nos alejamos también de ese modelo donde la madre es la "mala" de la película, con la que sufren la rutina de los deberes, comer verduras y ordenar la habitación, mientras que el padre es el bueno, con quien disfrutan del fin de semana. "Nosotras tenemos dos "malos", dicen Helena y Clara entre risas. Ambas son conscientes de que el argumento ""papá si que nos deja" no sirve para chanta]ear a su ma­dre o viceversa. "En mi casa yo decido cómo se hacen las cosas -explica Maria-, en la de jordi decide él. Las niñas lo saben". "La manera de reganarnos también es diferente-apuntan las pequeñas-. Papá nos castiga sin tele o nos manda a la habitación a pensar sobre lo que hemos hecho. Mamá no nene paciencia y nos amenaza con no hacer algo que nos había prometido que haríamos"

Pactar unos mínimos

De todas formas, María aclara que hay ciertos mínimos relativos a la formación de las niñas que tiene pactados con su ex pareja. "Por ejemplo, la escuela a la que quere­mos llevarlas, si tienen que ir al médico o a qué colonias de verano las vamos a apuntar. Es bueno que nuestras hijas vean que tenemos una buena comunicación, sin que eso pueda llevarles a pensar que volveremos a estar juntos". Helena reconoce que le gustaría que sus padres no se hubieran se­parado. "Pero ahora, con este sis­tema, ya no noto la diferencia". "Es como si fueran amigos", dice Clara.

"Es enriquecedor -considera María- que vean que los ma­yores no coincidimos en todo, sin ser por eso mejores ni peores. Además, aprenden que la convi­vencia es complicada: en pareja, entre amigos, con los hijos, con todo el mundo. Es difícil mante­ner una buena comunicación con un ex y también lo es no herir las susceptibilidades mutuas. Hay tensiones y, a veces, hasta gritos. Sin embargo, los hijos aprenden a compartir, a ser tolerantes".

Gastos compartidos

Uno de los asuntos que más conflictos suelen generar en las parejas separadas es el de ias pensiones económicas. María y ]ordi han encontrado un buen sistema para gestionar el dinero. "Tenemos una "cuenta niñas" en la que, como tenemos sueldos parecidos, cada uno de nosotros ingresa la misma cantidad. A esta cuenta se pasan los gastos del colegio, de su ropa, de las clases de inglés... Yo he hablado con muchos padres que tienen la sensación de que el dinero se lo gasta ella en sus cosas y no en las necesidades de los hijos. En cambio, con la transparencia de nuestro sistema se evitan problemas. Cuando es necesario, se pone un extra. Hay otra pareja de padres separados en el colegio. Creo que funcionan de forma pa­recida, haciendo ingresos propor­cionales a sus sueldos". "La custodia compartida -continúa María- no es cara. Esos gastos que conlleva e! cuidado y la educación de una criatura son los mismos estén con uno o con el otro. Lo que es necesario es que ambos progenitores se responsabilicen de ellos en función de sus posibilidades. Lo que resulta caro es separarse, pasar de pagar una hipoteca entre dos a pagarla sola".

Bueno para las madres

Hablando ya no como madre, sino como mujer, María habla de la custodia compartida como una gran oportunidad. "Nos favorece especialmente a las mujeres. Si los padres se responsabilizan en el cuidado de los hijos liberan a las madres de un tiempo básico para que ellas puedan tener una vida propia. Porque si te encargas en solitario de trabajar y cuidar a tus hijos es muy difícil que tengas es­pacio para poder promocionarte profesional mente, tener amigos... Es significativo que entre los ocho ministros del gobierno actual sumen 22 hijos; en cambio, entre las ocho ministras sólo cínco. Si hay corresponsabilidad tras una separación puedes tener más posibilidades que antes. Vuelves a ser persona, duermes ocho horas, algún día vas al cine... yo ten­go un fin de semana de cada dos para hacer lo que me apetezca y soy la envidia de mis amigas. No es que haga proselitismo de la separación porque, por desgracia, tras un divorcio la gente, sobre todo las mujeres, está fastidiada durante años.Si cuento esto es porque siento la obligación moral de demostrar las ventajas de la custodia compartida. Fundamentalmente para los niños, pero también para las mujeres, que salen ganando, se rehacen antes". •

Defensores y detractores

En nuestro país, la guardia y cus­todia se otorga a la madre en más del 90% de los procesos. Los argumentos en contra de la custodia compartida son varia­dos: hay quien alega su supuesta inviabilidad práctica o sus efectos negativos sobre los niños; otros afirman que las madres custodias son las que dedican más tiempo al cuidado de sus hijos; y algunos aseguran que muchos padres re­nuncian a pedir la custodia (en el 67% de los casos los cónyuges solicitan la custodia para la madre de mutuo acuerdo. Los defensores de compartir custodia hablan del derecho de los niños a seguir manteniendo vínculos estrechos con sus dos padres. También alegan el derecho de am­bos progenitores a mantener un contacto equitativo con sus hijos.

La mayoría de psicólogos infantiles coinciden en que, tras una separación, el mayor daño que sufre al menor tiene que ver con las desavenencias entre sus padres y no con el sexo de quien tiene su custodia, con el tiempo que le dedica cada uno de sus progenitores o con tener que ir realizando constantes cambios de domicilio.